domingo, 19 de enero de 2014

CANNABIS Y OTRAS “YERBAS”
No hay duda, que pese a los avances culturales y tecnológicos que ha alcanzado la humanidad en el último cuarto del siglo pasado y en el presente, aún vivimos en una sociedad  pacata, mojigata e hipócrita; con blindajes mentales que nos impiden abrir nuestro entendimiento a nuevas realidades, lo que nos convierte en sociedades violentas y en confrontación permanente.
La síntesis de la felicidad humana, es el resultando de la contradicción dialéctica expresada en la lucha por mayores libertades contra las restricciones  ideológicas o fácticas de un sistema anacrónico que se resiste a ceder, por miedo, complejo, prejuicios  o incomprensión..
Uruguay, acaba de aprobar una ley que regula el cultivo, tenencia y distribución de la marihuana, lo que ha causado un revuelo y escándalo, tanto interno como externo, sin tomar en cuenta, que desde hace algunos años algunos países del mundo e incluso en algunos Estados de los Estados Unidos de América, el mayor mercado internacional de estupefacientes y sicotrópicos, se han visto obligados a regular de hecho o de derecho este fenómeno social.
¡¡Lo prohibido siempre tiene más adeptos que lo permitido!!; por supuesto, resulta más caro para el que lo busca y lucrativo para quien-es lo ofrece-n. El mercado subterráneo, fingido o “tapiñado”, tiende redes poderosas del más amplio espectro: económico-financiero, político, judicial, policial, etc., etc. Aún en países con el más estricto control, este “mercado negro”, como se lo llama, se desarrolla como “comején” que emerge desde el subsuelo para carcomer hasta las estructuras más sólidas de la superficie.  En Cuba por ejemplo, es posible conseguir cosas inimaginables y prohibidas, mientras el mercado legal te lo impide por controles y restricciones.
El gran poder y las grandes fortunas de la mafia, han tenido su fuente en “LO PROHIBIDO”, para muestra, algunos botones: Al Capone; “los cárteles de la droga”; “los zares del tráfico de armas”; “los coyotes”, “los chulos”, los “neo esclavistas” y otras especies perniciosas.
Algunos repiten casi en coro, que: “¡¡ la guerra contra el narcotráfico está perdida!!”. Exclamación nada agradable, por el contrario, derrotista y desalentadora.  Más bien deberíamos proclamar, la también repetida frase: “¡¡la única batalla que se pierde es la que se abandona!!”.
Consideramos una medida inteligente, la adoptada por Uruguay, aunque su sensato y maduro  presidente dice que es “un ensayo” que puede tener vuelta “atrás”. Lo más torpe sería no intentarlo viendo que nos hundimos en el pantano.
Liberalismo.org expone 10 razones para la legalización:
·         La legalización pondría fin a la parte exageradamente lucrativa del negocio del narcotráfico.
·         La legalización reduciría dramáticamente el precio de las drogas, al acabar con los altísimos costos de producción e intermediación que implica la prohibición.
·         Legalizar las drogas haría que la fabricación de dichas sustancias se encuentre dentro del alcance de las regulaciones propias de un mercado legal.
·         El narcotráfico ha extendido sus tentáculos en la vida política de los países.
·         Legalizar las drogas acabaría con un foco importante de corrupción, la cual aumenta en todos los niveles del gobierno debido a que una substancial cantidad de policías, oficiales de aduana, jueces y toda clase de autoridades han sido comprados, sobornados o extorsionados por narcotraficantes, creando un gran ambiente de desconfianza por parte de la población hacia el sector público en general.
·         Los gobiernos dejarían de malgastar miles de millones de dólares en el combate de las drogas, recursos que serían destinados a combatir a los verdaderos criminales.
·         Con la legalización se acaba el pretexto del Estado de socavar nuestras libertades con el fin de llevar a cabo esta guerra contra las drogas.
·         Legalizar las drogas desactivará la bomba de tiempo en la que se ha convertido Latinoamérica, especialmente países como México, Centroamérica, Ecuador, Bolivia y Colombia.
·         En una sociedad en donde las drogas son legales, el número de víctimas inocentes producto del consumo y la venta de estupefacientes se vería reducido substancialmente.
·         La legalización conducirá a que la sociedad aprenda a convivir con las drogas, tal y como lo ha hecho con otras sustancias como el alcohol y el tabaco.”
Coincidimos parcialmente  con estas razones; no estamos por ejemplo de acuerdo, con el trema de la producción y comercialización que a mi juicio deben continuar sus restricciones y penalización, ya que no debe ser lícito ni moral o ético, que se lucre del vicio ni de las adicciones perversas que envilecen a las personas y corrompen a las sociedades.
Debe abordarse el consumo, como un “tema de salud pública, que proyecte políticas de prevención, control, rehabilitación y reinserción” de la persona que padece de esta patología, como lo sostiene mi amigo el Dr. Antonio Martínez González (ver El Universo, 13 de junio de 2013).
La “legalización a la ecuatoriana”, debe partir de un diagnóstico de la producción y consumo de estupefacientes en el Ecuador. Un empadronamiento de los consumidores, que nos permita ir a una clasificación sobre: niveles de adicción; substancias consumidas, volumen y frecuencias; condición socio-económica, etaria, género,  origen étnico, etc.
El Estado puede asumir la distribución controlada de estupefacientes, a través de entidades especializadas.  La provisión de este recurso o material, se lo obtendría de la incautación de  los alijos de droga a los narcotraficantes, en lugar de quemar la misma, o almacenarla con grave riesgo.
Los adictos registrados, tendrían acceso gratuito a la  droga correspondiente en la dosis y frecuencia que los especialistas recomienden, al mismo tiempo que se inician tratamientos terapéuticos tendentes a su rehabilitación posible. 
La obtención gratuita y controlada de estupefacientes y sicotrópicos para la población adicta, provocaría una caída drástica del comercio ilícito de los mismos; reduciría la criminalidad provocada por la necesidad de obtener recursos para adquirir la droga; y, el Estado estaría en condición de intervenir sobre un segmento social con problema, protegiendo al resto de la población que ha venido sufriendo sus consecuencias..
ACLARACIÓN NECESARIA: ¡¡YO NO FUMO!! 

Guayaquil,   21 de diciembre de 2013. 

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