“La Tierra de desmorona y el
calicanto falsea…”.
Toda
revolución va dejando en su camino una estela de muertos, heridos y contusos;
desertores cobardes y detractores; gratos e ingratos. Pero también va sumando a
su carro, oportunistas de toda laya, amamantados con leche de “Kmello”
burocrático, que simulan adherirse a un proyecto que no ayudaron a construir, o
en el que no creyeron ni creerán jamás, porque su naturaleza humana es
incompatible con el compromiso de cambio de una sociedad desequilibrada en lo
económico y social, por una equitativa, auténticamente democrática, ética y solidaria.
Cuánto
cuesta cambiar la historia, desarmando los caducos paradigmas y las ortodoxas
concepciones. Cuán difícil resulta poner orden
las ideas y homogenizar la visiones sobre el nuevo tipo de sociedad que
anhelamos. No siempre coincidimos en el
rumbo a seguir y entonces surgen las
discrepancias, críticas y discusiones, porque no somos partidarios del
pensamiento único.
Nada de esto
nos asombra si somos dialécticos y hombres y mujeres de pensamiento libertario. Pero lo importante
no es maximizar o exacerbar las contradicciones, sino situarlas en su real dimensión.
Categorizar y tratar adecuadamente estas contradicciones, en el plano de la estrategia y la táctica, nos llevará a
discriminar las fundamentales de las secundarias. Es como separar la paja del
trigo.
Las críticas
cuando son sinceras, ayudan a avanzar; a rectificar errores; a corregir sobre
la marcha. Cuando estas son malsanas,
son murmuraciones que buscan destruir y socavar. Tampoco el que te alaba y “cepilla”, te
demuestra su lealtad; sólo explota tu vanidad en el fondo: no te quiere, te
adula; solo está al acecho de tu muerte cuando tus errores te conduzcan a ella,
para caerte como buitres carroñeros. Somos
leales, no incondicionales.
La
revolución para que sea verdadera, se hace con revolucionarios y no con
oportunistas. Se hace con gente que ha mantenido viva la antorcha de la libertad
y demostrado a lo largo de su vida su compromiso social. Hemos luchados contra
dictaduras civiles y militares perversas y las hemos derrotado con constancia y
sacrificio. Gracias a ellos se han mantenido las banderas y los puños levantados;
gracias a ellos hemos mantenido la utopía que como estrella rutilante guía
nuestro camino, en la noche oscura hacia la nueva alborada de Libertad y de
Justicia..-
Hagamos las
cosas BIEN y con URGENCIA. Recuperar el tiempo perdido es
uno de los objetivos primordiales. Debemos avanzar a la velocidad de los
adelantos tecnológicos que deben dotar a la humanidad las herramientas
necesarias para el BUEN VIVIR, el SUMAK KAWSAY.
La fuerza de
una revolución está en su gente, que es su base social de apoyo moral y
material; es su ejército en marcha; es su locomoción hacia la victoria. Un
ejército comprometido asegura los
resultados anhelados. En ejército infiltrado de oportunistas y logreros, pueden
erosionarlo y causar reveses. Éstos te podrán transmitir la sensación de un
gran globo inflado, una burbuja que al
primer pinchazo explota y desaparece. Si la base es sólida será firme como una
montaña. Un globo inflado pesa menos que una pluma; un ejército con soldados
bien formados, conscientes, creativos e
inteligentes, pesan como una montaña.
No temamos a
la crítica; pero ahuyentemos el falso elogio y la adulación.
¡¡Sumemos,
no restemos!! ¡¡Multipliquemos, no
dividamos!!
Esta es, o
debe ser una REVOLUCION: alegre, generosa, creativa, ejemplar, novedosa,
imaginativa, soñadora pero con la cabeza bien puesta sobre la almohada, …
¡¡HASTA LA
VICTORIA SIEMPRE!!
Espartaco
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