viernes, 10 de agosto de 2012

EL EGOISMO


El EGOISMO
(Continuación del articulo “El viejo tonto que removió la montaña-Que Web Ad@ N°3)
El Egoísmo es el “inmoderado y excesivo amor que una persona tiene -o siente- sobre si misma y que le hace atender desmedidamente  a su propio interés, sin cuidarse del de los demás” (DRAE) Por lo tanto, el egoísta no se interesa por el interés del prójimo y rige sus actos de acuerdo a su absoluta conveniencia.
El concepto proviene del EGO, de acuerdo a la psicología, es  la instancia psíquica mediante la cual un individuo se hace consciente de su propia identidad y se reconoce como yo. El ego es aquello que media entre la realidad del mundo físico, los impulsos del sujeto y sus ideales.
Existen distintos tipos de egoísmo. El egoísmo psicológico es una teoría que afirma que la conducta humana está impulsada por motivaciones auto interesadas. El egoísmo ético considera que las personas ayudan a las demás pero siempre en búsqueda de un beneficio posterior (la ayuda representa un medio para obtener algo provechoso). El egoísmo racional, por otra parte, señala que la búsqueda del propio interés es fruto del uso de la razón. Se habla incluso de una teoría denominada el egoísmo económico, como elemento ético del liberalismo burgués que se sustenta en la valoración del esfuerzo personal, de la libre iniciativa, de la personalidad creadora.
Queremos referirnos en esta oportunidad al egoísmo social, que se refleja en el comportamiento de los individuos en una sociedad  sujeta a compleja interrelaciones; no solo entre individuos de la especie humana, sino en relación con todo su entorno, incluida la naturaleza.  
El egoísta social, se cree que vive por si mismo y sin necesidad de los demás. Que todo lo que tiene o posee, no se lo debe a nadie. Niega el aporte colectivo y su condición de ser social. Sólo conjuga los verbos de su propio interés en primera persona; desconoce el nosotros; por su puesto, tampoco conoce la solidaridad ni el altruismo. Le cuesta reconocer los valores, derechos o las virtudes de los demás; cuando puede, más bien hace énfasis en negarlos. Primero está él y sólo él.
Esta conducta, puede conducirnos al EGOCENTRISMO y a la EGOLATRÍA. La primera, “…es una tendencia que nos lleva a considerarnos el “centro del universo”, que todo debe girar a nuestro alrededor, -objeto de contemplación y admiración-. “ Es anormal en el adulto, corresponde en la evolución  del carácter infantil a un estadio normal, situado entre el egoísmo orgánico  de los primeros años y la actitud social ya posterior” (Salvat). La EGOLATRIA es la el culto, adoración, amor excesivo a si mismo.  Entre otras manifestaciones EGOLATRAS, está el EGOTISMO, que es el afán desmesurado de hablar de si mismo. Sentimiento exagerado de la propia personalidad.
El egoísmo podría definirse como una relación de exclusividad con uno mismo, ignorando a los demás o bien utilizándolos como un medio para satisfacer las propias necesidades y deseos. Ignorando el principio de reciprocidad, con una actitud depredadora y anclado en el razonamiento subjetivo mucho más que en el objetivo, el egoísta persigue sus metas personales menospreciando la comunidad de la que forma parte.
El egoísta parte del principio de que sus opiniones e intereses son más importantes que los del resto de los mortales. No se siente culpable por ello, sino que considera que eso es lo que debe hacerse y, en definitiva, lo que todos deberían hacer.
No debe confundirse el egoísmo con el amor propio o con una elevada AUTOESTIMA pues está última pretende convivir con el entorno, mientras que el egoísmo sólo busca servirse del entorno.
El egoísta protagoniza un culto al propio ego, llegando a un narcisismo patológico, idealizándolo y pasando todos los acontecimientos vividos por un tamiz, cuya falta de objetividad y de empatía, hace que los hechos sean necesariamente interpretados según los efectos positivos o negativos que hayan tenido sobre el propio ego. No existen consideraciones intermedias; el “yo” está siempre en el centro de sus intereses y por encima del resto de personas que configuran su entorno, incluso el más próximo, aunque ello no significa que tras esa fachada se esconda un sentimiento de inferioridad.
En cierta manera, ser egoísta equivale a la renuncia de una de las partes más importantes de la condición humana, ya que no tiene cabida el amor, la compasión, el altruismo, el solidarismo,  ni otros muchos sentimientos que conforman la naturaleza humana.
Erich Fromm, psicólogo, filósofo y humanista alemán, habla del egoísta en estos términos: “La persona egoísta sólo se interesa por sí misma, no siente placer en dar sino únicamente en tomar. Considera el mundo exterior sólo desde el punto de vista de lo que puede obtener de él; carece de interés en las necesidades ajenas y de respeto por la dignidad e integridad de los demás”.
Keynes en una de sus conferencias pronunciada en España, en 1930, afirmó que:
«Cuando la acumulación de riqueza ya no sea de gran importancia social, habrá grandes cambios en los preceptos morales. Podremos librarnos de muchos de los principios pseudomorales que han pesado durante doscientos años sobre nosotros, siguiendo los cuales hemos exaltado algunas de las cualidades humanas más despreciables, colocándolas en la posición de las más altas virtudes».
La preservación de la ciudadanía planetaria, nos obliga a destruir figurativamente esta otra montaña que es el EGOISMO, para construir una sociedad más justa, equitativa, solidaria, socialmente responsable, éticamente sustentada, altamente desarrollada y sobre todo, pacífica y armónica. Todo esto sería posible en esta hora de la sociedad postindustrial o de la sociedad de la información, socavando día a día esa economía especulativa que, a base de buscar un crecimiento desaforado e inmoral, que hoy empieza a autodestruirse. El futuro tal vez no dependa de la competencia sino de la cooperación competitiva y demanda una lectura cualitativa del concepto de “beneficio”, que incluya la responsabilidad social y ambiental...
Los convoco en estas navidades, a reflexionar y hacer votos, por una nueva sociedad menos egoísta y más altruista, que nos lleve a compartir y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, como fue y es la enseñanza del nazareno.  Feliz Navidad.
Espartaco. (Gquil, 24 de dic/2011)

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