El
EGOISMO
(Continuación
del articulo “El viejo tonto que removió la montaña-Que Web Ad@ N°3)
El Egoísmo es
el “inmoderado y excesivo amor que una persona tiene -o siente- sobre si
misma y que le hace atender desmedidamente a su propio interés, sin cuidarse del de
los demás” (DRAE) Por lo tanto, el egoísta no se interesa por el interés del
prójimo y rige sus actos de acuerdo a su absoluta conveniencia.
El concepto
proviene del EGO, de acuerdo a
la psicología, es la instancia psíquica
mediante la cual un individuo se hace consciente de su propia identidad y se
reconoce como yo. El ego es aquello que media entre la realidad del
mundo físico, los impulsos del sujeto y sus ideales.
Existen distintos
tipos de egoísmo. El egoísmo psicológico es una teoría que
afirma que la conducta humana está impulsada por motivaciones auto interesadas.
El egoísmo ético considera que las personas ayudan a las demás pero
siempre en búsqueda de un beneficio posterior (la ayuda representa un medio
para obtener algo provechoso). El egoísmo racional, por otra parte,
señala que la búsqueda del propio interés es fruto del uso de la razón. Se
habla incluso de una teoría denominada el egoísmo
económico, como elemento ético del liberalismo burgués que se sustenta en
la valoración
del esfuerzo personal, de la libre iniciativa, de la personalidad creadora.
Queremos referirnos
en esta oportunidad al egoísmo social,
que se refleja en el comportamiento de los individuos en una sociedad sujeta a compleja interrelaciones; no solo
entre individuos de la especie humana, sino en relación con todo su entorno,
incluida la naturaleza.
El egoísta social,
se cree que vive por si mismo y sin necesidad de los demás. Que todo lo que
tiene o posee, no se lo debe a nadie. Niega el aporte colectivo y su condición
de ser social. Sólo conjuga los verbos de su propio interés en primera persona;
desconoce el nosotros; por su puesto, tampoco conoce la solidaridad ni el
altruismo. Le cuesta reconocer los valores, derechos o las virtudes de los
demás; cuando puede, más bien hace énfasis en negarlos. Primero está él y sólo
él.
Esta conducta,
puede conducirnos al EGOCENTRISMO y
a la EGOLATRÍA. La primera, “…es una
tendencia que nos lleva a considerarnos el “centro del universo”, que todo debe
girar a nuestro alrededor, -objeto de contemplación y admiración-. “ Es anormal
en el adulto, corresponde en la evolución
del carácter infantil a un estadio normal, situado entre el egoísmo orgánico de los primeros años y la actitud social ya
posterior” (Salvat). La EGOLATRIA es
la el culto, adoración, amor excesivo a si mismo. Entre otras manifestaciones EGOLATRAS, está el EGOTISMO, que es el afán desmesurado de hablar de si mismo.
Sentimiento exagerado de la propia personalidad.
El egoísmo podría
definirse como una relación de exclusividad con uno mismo, ignorando a los
demás o bien utilizándolos como un medio para satisfacer las propias
necesidades y deseos. Ignorando el principio de reciprocidad, con una actitud
depredadora y anclado en el razonamiento subjetivo mucho más que en el
objetivo, el egoísta persigue sus metas personales menospreciando la comunidad
de la que forma parte.
El egoísta parte del
principio de que sus opiniones e intereses son más importantes que los del resto
de los mortales. No se siente culpable por ello, sino que considera que eso es
lo que debe hacerse y, en definitiva, lo que todos deberían hacer.
No debe confundirse
el egoísmo con el amor propio o con una elevada AUTOESTIMA pues está
última pretende convivir con el entorno, mientras que el egoísmo sólo busca
servirse del entorno.
El egoísta
protagoniza un culto al propio ego, llegando a un narcisismo patológico,
idealizándolo y pasando todos los acontecimientos vividos por un tamiz, cuya
falta de objetividad y de empatía, hace que los hechos sean necesariamente
interpretados según los efectos positivos o negativos que hayan tenido sobre el
propio ego. No existen consideraciones intermedias; el “yo” está siempre en el
centro de sus intereses y por encima del resto de personas que configuran su
entorno, incluso el más próximo, aunque ello no significa que tras esa fachada
se esconda un sentimiento de inferioridad.
En cierta manera, ser
egoísta equivale a la renuncia de una de las partes más importantes de la
condición humana, ya que no tiene cabida el amor, la compasión, el altruismo,
el solidarismo, ni otros muchos
sentimientos que conforman la naturaleza humana.
Erich Fromm,
psicólogo, filósofo y humanista alemán, habla del egoísta en estos términos: “La persona egoísta sólo se interesa por sí misma, no siente placer
en dar sino únicamente en tomar. Considera el mundo exterior sólo desde el
punto de vista de lo que puede obtener de él; carece de interés en las
necesidades ajenas y de respeto por la dignidad e integridad de los demás”.
Keynes en una de sus conferencias
pronunciada en España, en 1930, afirmó que:
«Cuando
la acumulación de riqueza ya no sea de gran importancia social, habrá grandes
cambios en los preceptos morales. Podremos librarnos de muchos de los
principios pseudomorales que han pesado durante doscientos años sobre nosotros,
siguiendo los cuales hemos exaltado algunas de las cualidades humanas más
despreciables, colocándolas en la posición de las más altas virtudes».
La
preservación de la ciudadanía planetaria, nos obliga a destruir figurativamente
esta otra montaña que es el EGOISMO, para construir una sociedad más justa,
equitativa, solidaria, socialmente responsable, éticamente sustentada,
altamente desarrollada y sobre todo, pacífica y armónica. Todo esto sería
posible en esta hora de la sociedad postindustrial o de la sociedad de la
información, socavando día a día esa economía especulativa que, a base de
buscar un crecimiento desaforado e inmoral, que hoy empieza a autodestruirse.
El futuro tal vez no dependa de la competencia sino de la cooperación
competitiva y demanda una lectura cualitativa del concepto de “beneficio”, que
incluya la responsabilidad social y ambiental...
Los
convoco en estas navidades, a reflexionar y hacer votos, por una nueva sociedad
menos egoísta y más altruista, que nos lleve a compartir y amar a nuestro
prójimo como a nosotros mismos, como fue y es la enseñanza del nazareno. Feliz Navidad.
Espartaco.
(Gquil, 24 de dic/2011)
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